Invierno de 1912, el joven Sam de los Orejarrota se escabulle de la cama y sale a recoger los mejores brotes de la mañana alejándose del poblado de Veles, se acerca a la orilla del río Vardar. Por el camino se ha cruzado con dos habitantes del pueblo vecino, unos zorritos que también habían madrugado para procurarse alimento. Aunque el conflicto desatado el verano anterior se encuentra parado, los pacíficos pueblos de los Balcanes aún no se atreven a viajar libremente por el bosque.
Sam encuentra unas preciosas ortiguillas resistiendo el crudo invierno muy cerca del río cuando su aguzado sentido del oído le hace dejar de mover la graciosa naricilla. Temblando, ve unas sombras en el otro lado del río. Son unos fornidos Topos vestidos de pesado metal. Había oído hablar de ellos pero nunca se habían acercado tanto a la zona sureste de los Balcanes. Las huestes de Stoyan Danev David el Búlgaro parecen surgir de la tierra. Son enormes, y se encuentran a solo un kilometro de la aldea. Sam se pregunta si debería ir corriendo a avisar en la aldea, para que todos se queden metidos en casas!
Le vienen a la mente las palabras de monseñor Ahmet Marco Zogolli, el jefe de la misteriosa orden albanesa que se ve últimamente con más frecuencia en los pueblos. De hecho, en el pueblo de Sam, «Ratonalia de Veles», ya están construyendo un segundo templo ajardinado. Su mejor amigo, Roco Rabicorto ha entrado a formar parte de la orden y viste sus hábitos amarillos.
Monseñor les dijo que no se preocupasen por los poderosos guerreros, que aquel que levante la espada contra los pueblos caería fulminado bajo la fuerza de la fe y no podrían dominar los pueblos mientras ellos estuvieran presentes.
Mientras esos pensamientos le pasan por la cabeza, los topos construyen muchas estructuras, parecen estar creando maquinas de asedio y una especie de ciudadela, se diría que incluso tienen preparan un improvisado mercado.
Sam duda que la fuerza de las palabras de monseñor tenga alguna consecuencia en el tremendo ejército que ya ve formar.
En ese momento se da cuenta que el sol en vez de alumbrar con más fuerza esa mañana que se levanta, es cada vez más débil. Entorna sus ratoniles ojos y mira hacia el cielo. oh! Dios mío! traga saliva, una increíble bandada de águilas cubre el cielo. La todopoderosa fuerza aérea del imperio Otomano! Incluso se puede distinguir entre ellas al Rey águila del imperio Solimán DavidelViento tercero entre sus guardia de élite. Los vigías topos, de corta vista, no han apercibido el peligro de crear tantas estructuras, han atraído demasiado la atención.
Sam caga unas bolitas de puro miedo y se estremece, si no corre rápido a la seguridad de su casa no sabe si saldrá vivo. Mientras piensa eso, de repente una explosión sacude sus huesitos. Una de las estructuras ha salido volando por los aires. Alguien ha colocado una bomba! Se gira para huir y una garra le agarra del aterciopelado pechito.
Los córvidos!! Dios mío, los anarkistas. Su sangre se hiela. Una formidable Urraca con un ojo ciego, velado con un parche y varias cicatrices lo aplasta contra el suelo. Adónde vas, ratoncito?! Sisea, con un cigarrillo en la boca. Tú te quedas aquí, que mis hermanas están preparando otras como esas para las lagartijas que dejáis que os sorban el coco allí en el pueblo. Como dice el camarada Buenaventura Pedro Durruti, os liberaremos a bomba y fuego!
No acaba de decir esas palabras cuando un sonido rasante como el acero deja sin cabeza a la urraca. Una águila en vuelo rasante ha rebanado la cabeza y en un segundo se sumerge en el caos de la fortaleza de los topos. La guerra es brutal entre topos y águilas, caen a la par tantos águilas como topos en una carnicería ensordecedora de metal y explosiones!
Sam se limpia la sangre de los ojos y corre hacia el pueblo, el corazón le golpea el pecho de pavor como el martillo del herrero en yunque. Cuando está a unos cientos de metros del pueblo ya ve el humo de pesadilla. Uno de los templos está en llamas y sobre los tejados del pueblo hay multitud de Urracas, incluso entre varias levantan a varios de los lagartos y los dejan caer para que sus huesos se rompan contra el suelo.
De repente, otra explosión monumental sacude su cuerpo, se gira y ve como la atalaya de los topos, que se encontraba llena de águilas y topos en batalla cae por otra explosión provocada por los córvidos.
Sam cae al suelo, a apenas cinco metros de la gran puerta de roble de la aldea, llorando por la guerra que se avecina. La puerta se abre y aparece una corneja ibérica de plumaje marrón. Viste de camisa arremangada y se cubre la cabeza con una gorra en la que tiene encajada un paquete de cigarrillos.
Mira hacia la batalla entre topos y águilas y con un graznido decenas de cuervos, urracas y cornejas se ciernen encima de ellas. En pocos minutos la carnicería ha acabado.
La corneja baja la vista y mira al pequeño Sam. Le tiende la nudosa pata y le dice Saludos camarada, os hemos liberado. Ahora entra al poblado que se te asignará un trabajo!
Sale un grajo y le grazna. Pedro, la batalla ha llegado a su fin, la victoria es nuestra!
Pedro solo se gira unos centímetros y mientras se lleva un cigarrillo a la boca le dice. Esto es solo la primera batalla. Pero la guerra se dirimirá en las montañas. Apresuraos a recoger todo puesto que no hemos conseguido apresar a ninguno de los lideres. Echémonos a los montes y allí les daremos el golpe final y todos los Balcanes serán nuestros!
Según las crónicas centenarias del Maestro Marco Liber de bonis factis et malis artibus veteris regni societas. Folios 324-328 Bibliotheca Universalis